Las noches eran de
hielo y los dioses se habían llevado el fuego. El frío cortaba la carne y las
palabras de los hombres. Ellos suplicaban, tiritando, con voz rota; y los
dioses se hacían los sordos.
Una vez les
devolvieron el fuego. Los hombres danzaron de alegría y alzaron cánticos de
gratitud. Pero pronto los dioses enviaron lluvia y granizo y apagaron las
hogueras.
Los dioses hablaron
y exigieron: para merecer el fuego, los hombres debían abrirse el pecho con el
puñal de obsidiana y entregar su corazón.
Los indios quichés
ofrecieron la sangre de sus prisioneros y se salvaron del frío.
Los cakchiqueles no
aceptaron el precio. Los cakchiqueles, primos de los quichés y también
herederos de los mayas, se deslizaron con pies de pluma a través del humo y
robaron el fuego y lo escondieron en las cuevas de sus montañas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario